Hoy en día, los ingresos económicos de las farmacias, dependen de un modelo sanitario de estado que busca la máxima eficiencia en los resultados con la mínima inversión de recursos, que son muy escasos, y que se complementa con una venta libre de bienes que producen otras empresas con una capacidad productiva infinita por los avances tecnológicos, pero que tienen una demanda baja que no puede absorber toda esta producción, lo que provoca una competencia feroz en precios. Así que ante esta perspectiva se hace necesario un cambio evolutivo hacia nuevos modelos de negocio y servicios profesionales, que se adapten a los nuevos tiempos y demandas sociales.
Es una buena idea encaminar el servicio farmacéutico en la dirección del ahorro de costes al sistema, a través de nuevos servicios, dado que la formación, el conocimiento y la información que maneja el farmacéutico puede obtener resultados muy óptimos con costes muy inferiores a los ahorros que generarán estos nuevos servicios. La visión de modelo de farmacia comunitaria del siglo XXI en su futuro más inmediato pasa por valorar detalladamente las variables que tienen en cuenta las necesidades sociales de cobertura de salud, los recursos disponibles al alcance del país y la capacidad para obtener un modelo de negocio estable y rentable que obtenga resultados óptimos en los objetivos que se esperan de ella, en el nuevo modelo de sociedad que está naciendo al rebufo de la crisis sistémica.
Los servicios de esta nueva actividad deben estar minuciosamente planificados, ser necesarios, estandarizados y homogéneos; por lo tanto, están necesitados de capacitación, no en cuanto al saber básico por el cual ya hemos obtenido un título, sino en cuanto a la necesidad de metodología estandarizada que dé resultados óptimos y homogéneos y como tales facturables a las entidades aseguradoras públicas y privadas.
En este nuevo siglo de tecnología, información y crisis económica y social nos encontramos en otro momento darwiniano de adaptación a los cambios en el que se exige dar un paso más. hay que demostrar esta profesión dentro de la cadena sanitaria y cubrir las necesidades de nuestros pacientes generadas por la extensión del uso de los fármacos. Y entre esas necesidades destacan la optimización del uso de los medicamentos y la promoción de la salud. Hay que coger el tren de los SPF, participando en la asistencia integral al paciente, ya que es la única manera de garantizar nuestra viabilidad como profesionales y la de las farmacias comunitarias, ya que somos y tenemos que seguir siendo el primer y último eslabón de la cadena sanitaria, la parte del sistema sanitario más próxima y accesible a la población.
Eso sí, no vale con tener el título de licenciado o graduado y ofertarlo dentro de una farmacia. Los conocimientos evolucionan y hay que estar preparado. Además, los servicios deben estar dirigidos a mejorar la salud del paciente y optimizar los recursos sanitarios, deben estar documentados y protocolizados y han de ser prestados por farmacéuticos capacitados. Sólo así se asegura la calidad necesaria y la mejora continua para que la profesión perdure. Y obviamente ha de ser una prestación remunerada, para que se haga de forma eficiente, continuada y se valore en su justa medida.
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